miércoles, 18 de enero de 2012

el divorcio


Cuento para el tercer ciclo de primaria, enfocado concretamente a 5º de primaria. Dados los tiempos que corren en esta sociedad, con este cuento se pretende dar a conocer la situación que viven algunos niños que se encuentran con dificultades en las familias. 

El divorcio

Felisa era una niña de ojos claros con el pelo castaño. Era una niña feliz, que todos los días iba al colegio, se lo pasaba bien y volvía a casa con sus padres. 

Su casa era un hogar, tenía las paredes blancas y unos muebles de colores preciosos. Felisa tenía muchos juguetes, pero sobre todo, tenía el cariño de sus padres que siempre jugaban a lo que ella quería,  siempre tenían tiempo para ella. Sí, Felisa era una niña feliz, que siempre sonreía y siempre hablaba con sus amigos, nunca estaba sola. 

Una de las cosas que le encantaban a Felisa era levantarse por las mañanas, mirarse al espejo y que su madre le cepillara sus largos cabellos. Luego, se sentaban en familia a desayunar, su padre solía contar chistes y su madre y ella siempre se reían a carcajadas. 

Pero, conforme Felisa fue creciendo, su madre dejó de cepillarle el pelo, su padre ya no contaba chistes y su madre sólo miraba al vacío. Un día, Felisa se despertó de un sobresalto, pero ¿qué ocurría en casa? En toda la casa se oían unos gritos espantosos y de pronto, Felisa oyó la frase… ¡YA NO TE SOPORTO MÁS! ¡ME VOY! 

La pequeña niña estaba atemorizada, no se atrevía ni a salir de su cuarto. Después de un largo rato de silencio, por fin se atrevió a salir. Abrió la puerta y sigilosamente y ahí estaba, su padre, sentado en el suelo llorando. Felisa no podía creer lo que veían sus ojos, su padre, un adulto, si si un adulto de esos grandes que dicen que lo saben todo, estaba ahí, sentado, llorando…

Felisa no sabía qué hacer, intentó acercarse pero su padre pegó tal grito que Felisa corrió hacia la puerta y se fue.

  Nada más pisar la calle, sintió un vuelco en su corazón, no entendía lo que había ocurrido y porque de pronto sus padres ya no la querían. Vagabundeando por las calles pasaron día y noche, la pobre Felisa ya no tenía su cabello largo y liso sino unos cabellos encrespados como el de los gatos. Estaba muerta de hambre, llevaba dos días sin comer y del cansancio se desmayó.

Cuando abrió los ojos, estaba tumbada en una cama, cuyas sábanas eran blancas y olían a rosas. Su sorpresa fue, cuando a su lado encontró un desayuno en una bandeja colocado encima de una silla. Felisa se incorporó y contemplo semejante plato de degustación que se componía de unos cruasanes recién hechos acompañados de un zumo de naranja. Felisa preguntó ¿hay alguien? Puesto que no obtenía respuesta se dispuso a comerse ese maravilloso desayuno.

Una vez acabado, se dijo que porque no iría a investigar la casa, y se puso en marcha. La casa por dentro era de paredes de color beige, los muebles parecían muy antiguos y el suelo parecía sucio. Felisa volvió a preguntar ¿hay alguien ahí?

Esta vez, se oyó una vocecilla temblorosa pero amable, era una ancianita la que contestaba.

 Resulta, que con la ayuda de un vecino, la ancianita que había visto a Felisa en el suelo había llamado al vecino para poder ayudarla. Cuando la ancianita le preguntó por lo que había pasado para que una chica tan guapa como ella estuviese sola en mitad de la calle, Felisa no contó la verdad, dijo que no tenía a donde porque había perdido un billete de tren y bueno aunque la ancianita no se lo acabara de creer, ella estaba encantada de tener a alguien que le hiciese compañía y la ayudase.

Felisa aprendió a hacer las labores de la casa, a cocinar e incluso a hacer ganchillo. Todo esto no fue sin duras penas ya que al principio se quemaba con el fuego de la cocina o se pinchaba con la aguja.
Conforme fue pasando el tiempo, Felisa se encontraba cada vez más a gusto en casa y poco a poco se fue olvidando de todo lo sucedido.

Un día, cuando Felisa volvía de hacer la compra, se encontró a la ancianita tirada en el suelo… Felisa, desesperada, intentó llamar al vecino, pero este no estaba, no se sabía el número de urgencias y  ante tal desesperación se acordó de su padre. Cogió el teléfono y rezó para que éste no hubiese cambiado de número. Afortunadamente cogió el teléfono. Se llevó una gran alegría, porque tras marcharse su hija, él no había dejado de buscarla y se sentía muy culpable. Enseguida fue a donde estaba Felisa y llamaron a una ambulancia para que se llevaran a la ancianita.

Durante todo el tiempo que la ancianita estuvo hospitalizada, Felisa se quedó a su lado. Cuando despertó, lo primero que vieron los ojos de la ancianita fue a Felisa y al lado un señor que no conocía de nada. Felisa tuvo que contarle la verdad de lo que había sucedido, su padre, que sabía que Felisa había sufrido mucho decidió hacerle a Felisa un gran regalo.

Le regaló una casa, y Felisa que en el fondo quería muchísimo a su padre, pero también a la ancianita les propuso vivir todos juntos en esa hermosa casa y….

Colorín colorado, este cuento se ha acabado :)

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